Una vez más, esta primavera hemos recibido la visita en nuestro centro de 16 pacientes del Hospital Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla. Con frecuencia es un mecenas anónimo quien se encarga de sufragar los gastos de sus sesiones con nuestra asociación. Sin embargo, después de tantos años recibiendo en nuestras instalaciones a estas personas, tras haber forjado con ellas un vínculo de confianza y cariño mutuo, en esta ocasión hemos decidido invitarles.
Para este grupo tan vulnerable esta es una salida especialmente beneficiosa. No solo tienen la oportunidad de disfrutar de este espacio en plena naturaleza, es que además pueden charlar y compartir experiencias con nuestros voluntarios y personal técnico. Combatimos así uno de los grandes males que sufren: la soledad. Todo ello supone una inyección de energía y buen ánimo, un gran alivio a la rutina diaria del hospital.
En estas sesiones, estos pacientes, que en el hospital suelen llevar una vida muy sedentaria, tienen la oportunidad de montar a caballo. Así pueden practicar un ejercicio físico muy completo para mejorar su condición. Pero además, la relación con el animal y con nuestro personal en el proceso es también una fuente de alegría y disfrute para ellos.
Los usuarios montan por turnos y, cuando no lo hacen, aprovechan para colaborar en tareas del centro que les animan, les permiten desconectar y les sirven para trabajar su autoestima. Algunos realizan labores de jardinería, otros reparan el parque sensorial… Protegidos del sol con sombreros, todos se sobreponen a la pereza y la apatía, a la fatiga y el cansancio que en ocasiones tiene como efecto secundario la medicación, y se ponen manos a la obra.
Para ellos es una gran motivación saber que, con estos pequeños gestos, colaboran en el trabajo necesario para el día a día de una asociación enfocada ayudar a personas con discapacidad, especialmente dedicada al beneficio de los niños. Por unos instantes se sienten útiles y parte activa de la sociedad.
Cada jornada finaliza con un aperitivo, con refrescos y algo de picoteo, que permite a estas personas sentirse tan acogidas como podrían estarlo en una salida al campo con familiares y amigos.