Soy la madre de Fernando, uno de los usuarios que asiste a las terapias ecuestres desde
octubre de este año. Mi hijo, de 10 años de edad, está diagnosticado de POCS desde los 5
años. El POCS es el tipo de epilepsia con punta onda continua en sueño lento, que está
catalogada como enfermedad rara en la infancia y que suele aparecer entre los 4 y 6 años
después de un desarrollo normal del niño. A partir de entonces, además de presentar crisis
epilépticas, que en su mayoría son resistentes a los diferentes tratamientos conocidos hasta
ahora, se produce un deterioro grave en sus habilidades motoras, su lenguaje, su conducta,
sus relaciones sociales… Fernando, tiene muy afectada la atención y la memoria a corto plazo,
lo que dificulta gravemente su desarrollo escolar. Recientemente ha tenido su revisión
semestral con su neuropediatra y su electroencefalograma ha sido concluyente en la mala
evolución de su epilepsia demostrado también en su grave regresión escolar en el primer
trimestre de curso de 4º de primaria, el cual está repitiendo este año.

Cuando a mi marido y a mí nos hablaron de este tipo de terapias y de la estimulación y los
logros que se conseguían en este tipo de enfermedades neurológicas, decidimos apuntar a
nuestro hijo con la esperanza en que esto le iba a aportar lo que él necesitaba para suplir sus
carencias, y así darle seguridad, autoestima y tranquilidad para afrontar y vivir con su
enfermedad. Su primer contacto con el caballo, con ayuda de su terapeuta, fue abrazar al
caballo y desde ese momento supimos que habíamos acertado con este tratamiento. Es una
imagen que se me quedará grabada en mi retina y en mi corazón para siempre, fue un
momento indescriptible y además en un entorno precioso, rodeado de árboles y del canto de
diferentes pájaros que ayudaron a que este momento fuera maravilloso e inolvidable.
Con este vídeo, sentí tantas emociones encontradas entre sí …, no sólo porque ese día en
concreto estaba rota de dolor por la noticia de la mala evolución de su epilepsia y por el duro
tratamiento que íbamos a iniciar en breve y lo que supondría en la vida de Fernando en los
siguientes meses, sino porque al ver con sorpresa la clase que tenían preparada para él para
ese día y escuchar sus risas mientras trotaba con “Gitana”, sentí tal gozo que me gustaría que
lo sintiérais conmigo al ver este vídeo. Ver a mi hijo feliz, escuchando su risa mezclada con el
canto de los pájaros y el trote de Gitana, me llenó de paz, de alegría y de fuerza para luchar
por él; me llenó de esperanza y de confianza en las personas que lo están ayudando. La
conexión que había entre “Gitana” y Fernando era maravillosa, parecía que se conocían de
toda la vida; esa mansedumbre que demostraba el animal, hace que sea especial para estas
personas. Sentí verdadera luz en la oscuridad que habitaba en mi alma ese día y estoy
profundamente agradecida a todos y cada uno de los terapeutas por su gran labor.
GRACIAS.