Cada 5 de diciembre se celebra por iniciativa de Naciones Unidas el Día de Voluntariado. Una buena ocasión para reivindicar la aportación fundamental a toda nuestra sociedad de este tipo de iniciativas, algo que tenemos muy presente en nuestra asociación. Pero también, por supuesto, para dar visibilidad a quienes ya lo practican y ponen de manifiesto lo valioso de una entrega a los demás sin pedir nada a cambio por ello.
Queríamos hablar, entre muchos otros casos, de nuestra voluntaria Puri. Esta mujer, casada y con su propia familia, sufrió hace 14 años una dura caída y por las secuelas se ha visto en los últimos tiempos recluida en su hogar. Vive en un tercer piso sin ascensor y su movilidad está bastante limitada, por lo que ha terminado reduciendo sus salidas a aquellos contados momentos en que viene a buscarla una ambulancia para sus visitas al hospital.
Esta situación ha agravado las secuelas físicas de su caída, con una progresiva pérdida de musculatura que no hace sino limitarla aún más. Hay que intentar imaginarse lo que es pasar el resto de tus días en casa, sin salir para encontrarte con los amigos, participar en eventos sociales o sencillamente tomar el aire, quedándonos solos con los dolores de nuestro cuerpo.
Sin embargo, Puri ha encontrado una nueva forma de aportar a nuestra sociedad: poner su talento al servicio de todos. Con un especial don para hacer punto, nuestra voluntaria suele comprar madejas de hilo y las trabaja para producir valiosas obras de artesanía que se ponen a la venta en nuestro stand.
Rafa, en cambio, lleva la mayor parte de su vida, incluida su juventud, en una silla de ruedas. Esto no le ha impedido vivir de forma autosuficiente, adaptándose su discapacidad. Sin embargo, hace ocho años le ordenaron pasar las 24 horas del día boca abajo por prescripción médica para curarse de una úlcera. Mantener esta postura también le trajo secuelas por las que ahora no puede pasar más de 15 minutos en su silla. Un tiempo que, por cierto, él dedica a su aseo personal antes de volver a verse boca abajo.
Aquí lo vemos junto a algunas de sus obras:
Un amigo común con la asociación, buen conocedor del divino talento de sus manos, animó a Rafa para que se lanzara a crear asombrosos productos de artesanía a partir de materiales insólitos, como los huesos de un puchero o la cáscara de una nuez. Pocos sabemos ver en estos objetos tan cotidianos las obras de arte que ve y elabora Rafa para a continuación donarlas a nuestro stand.
Finalmente tenemos a Juani. Viuda a sus setenta años, nos conocía porque su hija sufre esclerosis múltiple y ha recibido nuestras terapias. De ahí que suela accudir a nuestros eventos benéficos.
Este año se ha estrenado con nosotros como modista, con preciosas obras de artesanía de tela que confecciona en su hogar.
Como en el caso de Puri y de Rafa, todo lo hace con una sonrisa y una gran generosidad que agradecemos a todos ellos.
Todos estos casos tienen en común que son contribuciones desinteresadas, de las que quienes son partícipes no sacan más que saberse útiles aportando algo de su propio talento y creación. A nosotros, como asociación, nos permite generar ingresos para sufragar los numerosos gastos que arrastramos durante el desempeño de nuestras terapias.
Es una vía alternativa a la compra-venta de artículos publicitarios como camisetas, llaveros, gorras o pulseras, tan frecuente en el mundo asociativo. Preferimos ofrecer estas piezas manufacturadas, artesanales y rebosantes de la vida de quienes las aportan. Y lo más importante: las aportan a cambio de nada, más allá de saber que ayudan al prójimo. Eso es, precisamente, el voluntariado.